Hace unos días vi a un tío quejándose en twitter sobre la llamada de un comercial.

De Adeslas.

El comercial, supongo que presionado por el genio de su jefe, le ofreció una auténtica ganga en la compra de un seguro.

Le dijo que podría comprar una póliza de de decesos, una de estas que te pagan dinero si te mueres, con un INCREÍBLE descuento.

Un descuentazo.

Una ganga.

El comercial se lo dejaba por… ¡70 % sobre el precio normal!

Pues nada.

El tipo, que llevaba menos de una semana confinado, se cagó en adeslas por las redes sociales.

Y estoy de acuerdo.

Adeslas es una mierda.

Una vez fui porque me insistieron con eso de la “revisión gratuita”, y después de 10 minutos de revisión, el dentista mexicano me recomendó extraer TODAS las muelas de juicio lo antes posible.

Y no mañana, sino AHORITA mismo.

Pero si no me duele nada, le dije, y el tío me metió una taladro en la boca para impedir que le rebate la propuesta.

Me quería sacar las muelas lo antes posible, y a pesar de no conocernos para nada, me dijo que me haría “un precio de amigo”, de tan solo 2.000 euros.

Si quieres anestesia, ya hablamos, me gritó el dentista mientras que me fui huyendo de aquella clínica.

Vaya farsante.

¿Y?

Pues, en muchas ocasiones el email marketing es algo parecido.

Te pido el email.

No te digo nada.

No te digo nada.

No te digo nada.

No te digo nada.

Hasta que llega el momento en que tengo que desesperadamente vender algo, que por cierto es el mismo momento que me hago amigo de mi lista, y les mandó un email con una…

…¡mega-ganga!

De un producto que nadie de la lista tenía idea que existía.

¿Mi recomendación?

No seas una de estos adefesios.

Construye una lista.

Manda un email cada día.

Vende algo.

¿Cómo empezar?

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